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Vamos a repasar la cuestión básica que puede que muchos no recuerden: ¿qué son los números primos? Son números naturales se caracterizan por ser divisibles únicamente entre sí mismos y uno. O dicho de otra manera, un número natural que solo tiene dos divisores: el 1 y el propio número. Recuerda que un número natural es un número entero positivo (1, 2, 3, 4, 5…)

El resto de números se denominan compuestos. De hecho podríamos decir que los números compuestos pueden ser construidos a partir de números primos o primarios, como si de materia prima se tratase. Ejemplos de números primos son el 2, 3, 5, 7, 11… La cantidad de números primos es infinita, tal y como describió Euclides en la antigua Grecia, que es también la primera referencia a estos números que tenemos. Entre otras cosas, es importante saber que el número 1 no se considera ni compuesto ni primo, por convenio. Ten en cuenta que el 1 solo tiene un divisor y hemos propuesto la norma para que tenga dos divisores.

Los números primos de Mersenne, llamados así en honor al filósofo Marine Mersenne, no solo son primos, sino que han de ser una potencia de dos menos uno (2^n-1) siendo n un número primo.

También compiló una lista de números primos de Mersenne con exponentes menores o iguales a 257, y conjeturó que eran los únicos números primos de esa forma. Su lista solo resultó ser parcialmente correcta, ya que por error incluyó M67 y M257, que son compuestos, y omitió M61M89, y M107, que son primos; y su conjetura se revelaría falsa con el descubrimiento de números primos de Mersenne más grandes. No proporcionó ninguna indicación de cómo dio con esa lista, y su verificación rigurosa solo se completó más de dos siglos después. A diciembre de 2018, solo se conocen 51 números primos de Mersenne, siendo el mayor de ellos M82 589 933 = 2 82 589 933−1, un número de más de 24 millones de cifras. El número primo más grande que se conocía en una fecha dada casi siempre ha sido un número primo de Mersenne: desde que empezó la era electrónica en 1951 siempre ha sido así salvo en 1951 y entre 1989 y 1992.

El método más conocido para encontrar números primos es la criba de Eratóstenes. Es un algoritmo que permite hallar todos los primos menores o iguales que un número natural dado; lo propuso el matemático griego Eratóstenes alrededor del año 200 a.C. Que los números primos son infinitos estaba demostrado con rigor desde, al menos, un siglo antes, pues es una de las proposiciones del libro 9 de los Elementos de Euclides. La búsqueda de números primos y de maneras de generarlos ha sido uno de los ejes principales del trabajo de multitud de matemáticos a lo largo de la historia, y a día de hoy lo sigue siendo.

el mejor número es el 73. Al menos eso es lo que aseguraba Sheldon Cooper en un capítulo de la famosísima serie The Big Bang Theory, y lo justificaba enumerando sus curiosas características. Lo que se ha demostrado ahora es que de verdad es el mejor número, ya que es el único con esas propiedades. El 73 es el 21º número primo, y leído al revés es el 37, que es el 12º número primo, que al revés es el 21, que es el resultado de multiplicar, agarraos fuerte, 7 por 3. n noviembre de 2015, se publicaba en Math Horizons el artículo The Sheldon Conjecture, de los matemáticos Jessie ByrnesChris Spycer y Alyssa Turnquist. En él, los autores comenzaban hablando de la aparición del 73 en la serie y, a raíz de ello, definían primo de Sheldon: “El n-ésimo número primo p_n es un primo de Sheldon si el producto de sus cifras es n y, además, al invertir el orden de sus cifras, m(p_n), obtenemos el m(n)-ésimo número primo.”

En teoría de números, la conjetura de Goldbach es uno de los problemas abiertos más antiguos en matemáticas. Concretamente, G.H. Hardy, en 1921, en su famoso discurso pronunciado en la Sociedad Matemática de Copenhague,​ comentó que probablemente la conjetura de Goldbach no es solo uno de los problemas no resueltos más difíciles de la teoría de números, sino de todas las matemáticas. Su enunciado es el siguiente: “Todo número par mayor que 2 puede escribirse como suma de dos números primos.”

En más de tres siglos nadie ha sido capaz de demostrar la conjetura de Goldbach, uno de los problemas más sencillos y a la vez más complejos de toda la matemática. Probemos con el ocho. Podemos hacerlo sumando tres y cinco, por lo que se cumple. ¿Y el catorce? Serían tres más once, y veinte es tres y diecisiete. Te aseguro que puedes probar con todos los que quieras, porque no encontrarás un solo caso en el que no se cumpla la conjetura. Y esto lo sabemos porque las algunas máquinas lo han intentado antes que tú. Los ordenadores han comprobado los primeros cuatro trillones de números, un cuatro seguido de dieciocho ceros. Podría parecer que con esto es suficiente para demostrar que la conjetura es cierta, a fin de cuentas, cuatro trillones de números apoyándola son muchos números. No obstante, a los matemáticos no les llega con eso. Tiene que estar seguros de que no hay por ahí un número perdido con el que no se cumpla, porque, por enorme que parezca, cuatro trillones se quedan en nada comparado con el infinito océano de cifras que hay ahí afuera. Es cierto que en 2013 Helfgot demostró la conjetura débil de Goldbach, pero cuando nos referimos a “la conjetura de Goldbach” se está hablando de la fuerte.

El astrónomo y escritor, referente histórico de la divulgación científica, propuso en su novela “Contact”, de la que se hizo una película homónima, una forma en la que las civilizaciones alienígenas contactara con los humanos en la que no dejara lugar a duda la intencionalidad de una inteligencia y no la casualidad de un fenómeno puramente aleatorio. Ésta debía ser las matemáticas, lenguaje primario basado en la lógica. Más concretamente, usando números primos.



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